Vínculo entre el hígado graso y la diabetes tipo 2

Jesús Spinola
CEO

Entendiendo el hígado graso y su vínculo con la diabetes tipo 2

El hígado graso, también conocido como esteatosis hepática, es una condición que se caracteriza por la acumulación de grasa en el hígado. Aunque es normal tener algo de grasa en el hígado, cuando esta supera el 5% del peso del órgano, se considera que hay hígado graso.

Esta condición puede ser causada por el consumo excesivo de alcohol, pero también puede ocurrir en personas que no beben alcohol o lo hacen de forma moderada. En este caso, se habla de hígado graso no alcohólico (HGNA), que es la forma más común de hígado graso en la actualidad.

El HGNA está estrechamente relacionado con la diabetes tipo 2, una enfermedad crónica que se produce cuando el cuerpo no produce o no usa adecuadamente la insulina, una hormona que regula el nivel de azúcar en la sangre. 

Se estima que entre el 50% y el 70% de las personas con diabetes tipo 2 tienen HGNA, y que el HGNA aumenta el riesgo de desarrollar diabetes tipo 2 en personas con prediabetes.

Factores de riesgo y causas subyacentes de ambas condiciones

Los factores de riesgo más importantes para desarrollar HGNA y diabetes tipo 2 son el sobrepeso, la obesidad y el síndrome metabólico. El síndrome metabólico es un conjunto de alteraciones que incluyen resistencia a la insulina, niveles altos de azúcar y triglicéridos en la sangre, presión arterial elevada y aumento de la grasa abdominal.

Estos factores provocan un desequilibrio en el metabolismo de los lípidos (grasas) y los carbohidratos (azúcares), lo que conduce a un exceso de producción y almacenamiento de grasa en el hígado y a una disminución de la sensibilidad a la insulina. 

La insulina es necesaria para que las células del cuerpo puedan utilizar el azúcar como fuente de energía. Cuando hay resistencia a la insulina, las células no responden adecuadamente a esta hormona y el azúcar se acumula en la sangre, causando hiperglucemia (niveles altos de azúcar en la sangre).

Además de estos factores, existen otros que pueden contribuir al desarrollo de HGNA y diabetes tipo 2, como la edad, el sexo, la genética, el consumo de ciertos medicamentos, las infecciones virales, las enfermedades autoinmunes y las alteraciones hormonales.

Consecuencias y complicaciones para personas con diabetes tipo 2

Tanto el HGNA como la diabetes tipo 2 son condiciones silenciosas, es decir, que no suelen presentar síntomas evidentes hasta que están avanzadas o causan complicaciones. Por eso, es importante realizar chequeos médicos periódicos para detectarlas y tratarlas a tiempo.

El HGNA puede evolucionar a formas más graves de daño hepático, como la esteatohepatitis no alcohólica (EHNA), la cirrosis y el cáncer de hígado. La EHNA se caracteriza por la inflamación y la muerte de las células hepáticas, lo que puede provocar fibrosis (cicatrización) del tejido hepático. La cirrosis es el resultado de una fibrosis avanzada que altera la estructura y la función del hígado. El cáncer de hígado es una proliferación anormal y descontrolada de las células hepáticas.

La diabetes tipo 2, por su parte, puede causar complicaciones a nivel de los ojos, los riñones, los nervios, el corazón y los vasos sanguíneos. 

Entre estas complicaciones se encuentran la retinopatía diabética, que puede provocar ceguera; la nefropatía diabética, que puede causar insuficiencia renal; la neuropatía diabética, que puede ocasionar dolor, hormigueo y pérdida de sensibilidad en las extremidades; y las enfermedades cardiovasculares, como el infarto de miocardio y el accidente cerebrovascular.

Estrategias de prevención y manejo para reducir el riesgo de hígado graso en personas con diabetes

La mejor forma de prevenir y manejar el HGNA y la diabetes tipo 2 es adoptar un estilo de vida saludable que incluya una alimentación equilibrada, una actividad física regular y un control del peso corporal. Estas medidas ayudan a mejorar el metabolismo de los lípidos y los carbohidratos, a reducir la grasa hepática y a aumentar la sensibilidad a la insulina.

En cuanto a la alimentación, se recomienda seguir una dieta mediterránea, que se basa en el consumo de frutas, verduras, cereales integrales, legumbres, frutos secos, pescado, aceite de oliva y productos lácteos bajos en grasa. Esta dieta es rica en fibra, antioxidantes y ácidos grasos omega-3, que tienen efectos beneficiosos para el hígado y el control de la glucosa.

Es necesario evitar el consumo excesivo de azúcar, especialmente el azúcar añadido que se encuentra en bebidas azucaradas, dulces y productos procesados. También se debe limitar el consumo de alcohol, sal y grasas saturadas y trans.

En cuanto a la actividad física, se aconseja realizar al menos 150 minutos por semana de ejercicio moderado a intenso, como caminar, correr, nadar o andar en bicicleta. El ejercicio ayuda a quemar calorías, a perder peso, a reducir la grasa abdominal y hepática y a mejorar la función del hígado y la acción de la insulina.

En cuanto al control del peso corporal, se sugiere mantener un índice de masa corporal (IMC) entre 18.5 y 24.9 kg/m2 y una circunferencia de cintura menor a 102 cm en hombres y 88 cm en mujeres. Estos valores indican un peso saludable y un bajo riesgo de acumular grasa visceral (la que rodea los órganos internos). Perder entre el 7% y el 10% del peso inicial puede tener efectos positivos para revertir el HGNA y mejorar el control de la diabetes.

Tratamientos y recomendaciones médicas

Además de las medidas de estilo de vida mencionadas anteriormente, existen algunos tratamientos farmacológicos que pueden ser útiles para tratar el HGNA y la diabetes tipo 2. Sin embargo, estos tratamientos deben ser prescritos y supervisados por un médico especialista, ya que pueden tener efectos secundarios o contraindicaciones.

Para el HGNA, algunos medicamentos que han demostrado cierta eficacia son la vitamina E, los ácidos grasos omega-3, los agonistas del receptor PPAR (como la pioglitazona) y los inhibidores del cotransportador sodio-glucosa tipo 2 (como la empagliflozina). Estos medicamentos actúan reduciendo la inflamación, la oxidación y la fibrosis hepática.

Para la diabetes tipo 2, existen varios tipos de medicamentos que ayudan a controlar el nivel de azúcar en la sangre. Algunos ejemplos son las sulfonilureas (como la glibenclamida), las biguanidas (como la metformina), los inhibidores de la DPP-4 (como la sitagliptina), los análogos del GLP-1 (como la liraglutida) y la insulina. Estos medicamentos actúan estimulando la producción o el uso de insulina por parte del cuerpo.

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